La IA y el futuro de los directores de ética
Hay algunos principios económicos básicos que siguen siendo tan pertinentes hoy como cuando se propugnaron por primera vez. Uno de ellos es la "destrucción creativa", que se identifica sobre todo con el economista de origen austriaco Joseph Schumpeter. Según Schumpeter, la destrucción creativa es el "proceso de mutación industrial que revoluciona continuamente la estructura económica desde dentro, destruyendo incesantemente la antigua, creando incesantemente una nueva". Últimamente pienso mucho en la sabiduría de Schumpeter.
La primera vez que oí hablar de ChatGPT de OpenAI fue en diciembre, mientras escuchaba The Journal, un podcast sobre negocios. Desde entonces, parece como si cada día apareciera un nuevo artículo en la prensa económica sobre lo que el acelerado auge de la inteligencia artificial (IA) significa para las personas, la sociedad, las empresas y el mundo. Estamos viviendo las primeras fases de este proceso, y el futuro parece plagado de complejos y desafiantes dilemas éticos. Lo ideal sería que se implantaran procesos que permitieran un uso ético y beneficioso de la IA.
La misión de OpenAI, compartida en un post coescrito por los cofundadores Greg Brockman e Ilya SutskeverEl objetivo de OpenAI es "garantizar que la inteligencia artificial general (AGI) -que definimos como sistemas automatizados que superan a los humanos en la mayoría de los trabajos económicamente valiosos- beneficie a toda la humanidad". El 23 de enero, Microsoft anunció la tercera fase de su asociación con OpenAI, así como su más reciente inversión multimillonaria en la empresa.
¿Es la actual inversión de Microsoft en OpenAI indicativa de un momento seminal en la evolución de la sociedad? Yo diría que sí. Y, al igual que con otros cambios sociales, los líderes empresariales de hoy necesitarán nuevas herramientas para entender el panorama cambiante, determinar tendencias duraderas, tomar decisiones basadas en principios y reconocer las consecuencias imprevistas que acompañan a avances complejos como la IA. A esta complejidad se añade el movimiento ESG (un marco estratégico para las organizaciones que tiene en cuenta las necesidades de las partes interesadas internas y externas). ESG exige que los CEO gestionen un complejo conjunto de partes interesadas, incluidos los inversores, los empleados, el medio ambiente, el gobierno, los miembros del consejo, etc.
¿Está preparada la alta dirección actual para identificar y abordar las oportunidades y amenazas inherentes a la IA? ¿Y están preparados para hacerlo al tiempo que gestionan las posibles compensaciones entre los objetivos a corto y largo plazo, los beneficios y las relaciones con la comunidad, y la "autenticidad" y la eficiencia?
Propongo que los líderes bauticen una nueva función de banda ejecutiva como el Director de Ética de "Nueva Generación". El Director de Ética "tradicional" suele depender del Director de Cumplimiento Normativo y sus responsabilidades generales se definen como sigue:
- Revisar las operaciones y los códigos de conducta de una empresa para evaluar la eficacia con la que practican la ética.
- Identificar nuevas formas de aplicar prácticas éticas en una empresa
- Garantizar que todas las políticas de la empresa sean éticas y se ajusten a la normativa de cumplimiento gubernamental.
- Desarrollar nuevas políticas y códigos de conducta que promuevan la ética en el lugar de trabajo.
- Reunirse con los equipos directivos para debatir cómo aplicar la ética en el trabajo
- Investigar las denuncias de prácticas o situaciones contrarias a la ética.
- Realizar auditorías para obtener más información sobre una empresa
- Crear procedimientos para responder a las denuncias de prácticas poco éticas y conflictos en el lugar de trabajo.
- Mantener registros detallados de sus esfuerzos para hacer un seguimiento de los progresos e identificar otras áreas de mejora.
- Mantenerse al día sobre temas de cumplimiento y ética, incluidos los conceptos gubernamentales y corporativos.
Si bien todo esto es importante, hay dimensiones añadidas que un verdadero Responsable Principal de Ética de "nueva generación" pondrá sobre la mesa, ya que su trabajo requerirá habilidades y formación interfuncionales más profundas. En concreto, la próxima generación de los mejores directores de ética debe tener capacidades que vayan más allá de los fundamentos jurídicos y de cumplimiento tradicionales de su función. Estas cualidades incluyen:
- Elevada perspicacia empresarial: la capacidad de aceptar la disrupción como catalizador del crecimiento de los beneficios.
- Curiosidad intelectual por el auge y la difusión de los grandes avances tecnológicos: ideal para científicos, tecnólogos y futurólogos con conocimientos empresariales.
- Pensamiento lateral elevado: capacidad de resolver problemas mediante un planteamiento indirecto y creativo, utilizando razonamientos que no son inmediatamente obvios e implicando ideas que pueden no obtenerse utilizando la lógica tradicional paso a paso.
Según una investigación preliminar realizada por mí y otros miembros de Kingsley Gate Partners sobre esta nueva "clase de activos" de talento, los fuertes pensadores laterales son el proverbial unicornio, ya que la mayoría de los candidatos a Director de Ética tienden a ser profesionales basados en reglas. Si bien esto era suficiente en el pasado, la próxima iteración de la función requerirá la capacidad de pensar lógicamente, plantear preguntas filosóficas y razonar y promover nuevas formas de abordar cuestiones complejas.
Consideramos que se trata de una necesidad importante, en su mayor parte insatisfecha, de los directivos de las empresas, y que será cada vez más crítica con el paso del tiempo. Nos gustaría conocer su opinión sobre los retos y oportunidades asociados a este tema, así como cualquier idea que pueda tener sobre cómo nuestra empresa puede ayudar a las empresas a abordarlos.